El primero de año nos fuimos a la playa de Naplo. Ese día es típico ir a la playa aprovechando la festividad.
Naplo y Pucusana, son lugares, como muchos de los del Perú con un potencial turístico enorme pero aún sin un aprovechamiento planificado y sin infraestructura suficiente que facilite su disfrute.
Allí se puede ver sin tapujos ejemplos de discriminación racial. El primero que nos llamó la atención fue ver cuatro quintas partes ocupadas por gente con piel muy oscura apelotonada bajo sus sombrillas de colores y presumiblente con poco ingresos, y la quinta parte restante con paseo marítimo y ocupada por gente de piel blanca con sus sombrillas espaciosamente repartidas y probablente con bastantes recursos económicos.
Greta y yo sin darnos cuenta cruzamos el límite entre una zona y otra sin darnos cuenta, supongo que dado que yo soy de piel clara y Greta no muy oscura los responsables de filtrar gente de un tipo y de otro, no se percataron de que por ingresos probablemente pertenecíamos más al grupo de gente apelotonada que al de los blanquitos.
Tratando de escapar de la aglomeración oscura y el clasismo blanquito empezamos a explorar otras zonas,subíamos la cuesta que une la playa con el resto del pueblo y a mitad camino encontramos lo que en Perú se llama un Club. Hace meses que sé que los Clubs en Perú son privados y que para poder disfrutar de sus instalaciones tienes que ser socio y pagar varios miles de dólares por serlo, o tener amigos o familia que lo sean. A pesar de ello, le eché morro y me metí en el Club, aprovechando la blancura de mi piel y mis ojos claros, pero no hubo suerte… amablemente me invitaron a salir explicándome de nuevo lo que ya sabía.
Poco más tarde, fuimos a pasear por el puertito que hay detrás del muelle de pescadores. Es un sitio con mucho encanto, aguas limpias y tranquilas. Allí también había un filtro con forma de mujer que nos saludó amablemente y nos dejó pasar como si fuéramos propietarios o invitados de alguna de las casonas.
SocNatura 
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